Me encanta ponerle nombre a cosas que me han pasado, a cosas sobre las que reflexiono. Quizás sea porque me encantan las palabras, el lenguaje y el idioma tan enriquecedor que hablo. Soy consciente de que poner nombre a las cosas es importante.
Por otro lado, siento una profunda y sincera admiración por el reino vegetal. Me fascina todo lo relacionado con él y disfruto enormemente en entornos naturales donde la vegetación es la protagonista. Me encantan las historias (literatura y cine) donde las flores y los árboles hablan como los Ents de J. R. R. Tolkien o Groot el superhéroe de Marvel.
Es más, soy consciente de mi propia consciencia vegetal al igual que la mineral o animal.
Hubo un tiempo en el que los seres humanos tenían raíces. A través de los árboles permanecían unidos a la Tierra y al entorno. Nuestros ancestros consideraban el árbol como protagonista, centro, origen y futuro del mundo. Los seres humanos compartimos la misma raíz. Cualquiera que sea nuestro origen, raza o sistema de creencias, el árbol puede considerarse un punto de acuerdo y encuentro natural. Innumerables mitos de todo el mundo cuentan cómo, al principio de los tiempos, el cielo y la tierra se comunicaban entre sí a través de los árboles o por medio de un árbol primigenio. El árbol es una presencia constante en la memoria colectiva de todos los pueblos, un eje común tanto en lo físico como en lo espiritual.
«Los árboles meditan en invierno, gracias a ello, florecen en primavera, dan sombra y frutos en el verano, y se despojan de lo superfluo en el otoño» (Poema zen )
A lo que iba. Hace poco descubrí que algo que había observado respecto a la Naturaleza tenía nombre desde hace tiempo. Se trata de la ‘’Doctrina de las signaturas’’.
Durante muchos siglos (milenios podría decirse) las plantas fueron utilizadas como recursos sanadores en función de sus signaturas o signos, partiendo de la idea de que ‘Dios’ dejó una marca en todo aquello creado (signatura o firma), como una indicación del propósito de cada una de ellas en el conjunto de la creación. De este modo, mediante la observación detallada de las plantas, podemos determinar, a través del color de sus flores, de la forma de sus hojas, de su lugar de crecimiento, de sus particularidades morfológicas, etc., cual es el propósito de cada planta en el plan divino.
Esta también llamada Teoría de los Signos está firmemente arraigada en la cultura rural de todo el planeta.
El famoso médico y alquimista Paracelso (1493-1541) contribuyó a promoverla profusamente. Abanderado del revelador principio Como es arriba es abajo, y de la idea de paralelismo entre el microcosmos-hombre y el macrocosmos-universo, Paracelso proponía que ‘’el espíritu observador debe de abandonarse y unirse al espíritu de lo observado, para con ello lograr alcanzar el conocimiento de la manera de actuar de una planta’’.
Antes de él, esta idea ya circulaba en la visión sanadora de la India Védica (1500 años antes de Cristo), de la China Milenaria y de la cultura de los Indios de Norteamérica, por citar algunas. Es más, se pierde en los tiempos y culturas primitivas. Mucho antes de que la civilización surgiera, el hombre, a través de la observación y la práctica, ya había descubierto esta sabiduría de la Naturaleza. La figura del sanador-a ha existido desde que el hombre empezó a vivir en pequeños grupos y se trataba de un hombre o mujer con un gran conocimiento de las plantas.
Galeno y Plinio el Viejo, creían en la relación curativa entre los órganos de animales y su correspondencia en los humanos y que muchas plantas contienen propiedades que se ajustan en su aspecto externo con el órgano a curar.
Alquimistas y herboristas de la Edad Media se basaron en ella para desarrollar su disciplina farmacológica. El hermetismo y el espagirismo en medicina surgieron para mostrar la unidad que rige en el mundo y cómo las partes se corresponden, mostrar la perfecta relación que une al individuo (microcosmos) con el gran orden superior (macrocosmos), de cuyas leyes el hombre no puede sustraerse. Andrés Laguna (1510-1559), médico humanista español, dedicado a la farmacología y a la botánica médica, también creía, como otros muchos, que las formas de las plantas no eran fruto del azar sino que eran señales puestas por Dios para que los humanos pudiéramos descifrarlas.
Se intuye (él no lo dijo nunca explícitamente) que Edward Bach se inspiró en esta doctrina para desarrollar Las Flores de Bach.
En etnología se conoce este enfoque por el nombre de «magia de analogía». Ejemplos:
- la raíz de la tormentila se pone de color rojo al contacto con el aire. Se ha comprobado que tiene propiedades benéficas sobre la sangre: calma hemorragias y cierra heridas (taninos).
- La remolacha roja es buena para la formación de la sangre (alto contenido en hierro). El helecho macho, mata los gusanos.
- El liquen llamado Pulmonaria de Árbol, que recuerda a la forma de los pulmones, tiene propiedades expectorantes.
- La planta conocida como Hepática es conocida por sus propiedades beneficiosas para el hígado.
- La Vulneraria se ha utilizado para curar heridas y úlceras.
- Si rebanas una zanahoria puedes ver su semejanza con el ojo humano: se ha comprobado que las zanahorias potencian el flujo de sangre hacia los ojos y la función que realizan.
- Una rebanada de tomate (rojo) muestra cuatro cámaras: el corazón es rojo y tiene cuatro cámaras. Se ha comprobado que los tomates son beneficiosos para el funcionamiento del corazón y la sangre.
- Las alubias se parecen a los riñones humanos y se ha comprobado que ayudan a mantener la función renal.
- El apio o el ruibarbo recuerdan a los huesos. Tanto los huesos como estos alimentos contienen 23% de sodio: comerlos reabastece las necesidades de nuestro sistema óseo.
¿Has pensado alguna vez en cuánto se parece una nuez al cerebro humano?: el fruto del nogal ayuda a desarrollar más de 3 docenas de neurotransmisores para la función cerebral.
Y suma y sigue. Existe bibliografía al respecto si interesa a alguien profundizar.
Esta creencia estaba tan arraigada que incluso ha dejado su huella también en el lenguaje. La campanilla situada en el fondo del paladar es llamada también ‘úvula’, diminutivo latín de ‘uva’. Pues bien, la uva se utilizaba deshidratada (pasa) para curar la inflamación de la boca y la irritación de la garganta. Curiosamente, palabras tan diferentes como asesino, bachillerato, calamidad, embelesar u orzuelo también tienen su origen en su relación con las plantas.
Afortunadamente, en los últimos años, ha surgido un interés general por conocer en profundidad el apasionante y fascinante reino vegetal. Profesionales como Stefano Mancuso, por ejemplo, investigan y comunican acerca de la importancia de las plantas para la vida en este planeta y la especial relación entre el ser humano y el reino vegetal.

Poco más que decir y mucho por hacer:
¡Sal a la Naturaleza y descubre por ti mismo-a lo que tantos otros que nos han precedido descubrieron antes que nosotros!.
El broche final a este post lo ponen un maravilloso documental sobre unas extraordinarias mujeres que antaño viajaban, en pareja y a pie, por los inhóspitos valles de Los Pirineos portando hierbas medicinales que recogían y ungüentos que preparaban gracias a la sabiduría adquirida generación tras generación. Los ungüentos que preparaban, como el aceite de enebro o el de abeto, y por supuesto, la trementina, aliviaban dolores e incluso salvaban vidas.
Y una maravillosa lectura: ‘La invención del reino vegetal’ de Aina S. Erice quien también realiza unos bellísimos podcasts sobre plantas.
»Hay siempre un libro abierto para todos los ojos: la naturaleza» (Jean-Jacques Rousseau)
Y dejo para otro post el seguir hablando de la inteligencia de la Naturaleza donde hablaré de la BIOMIMÉTICA o BIOMIMESIS.
Por ejemplo, ¿Sabías que se utilizan telarañas en la industria de automoción para mejorar el grado de protección de los antioxidantes de los vehículos?
Otras utilidades que se están explorando:
– fabricación de chalecos antibala tremendamente resistentes al impacto;
– en hilos de sutura, para cultivos celulares y para aplicarlas en medicina regenerativa;
– obtención de células vegetales y plantas transgénicas que contienen proteína de tela de araña sintética (biotecnología).
La biomímesis se consolida más cada día como fuente de innovación y como eje de la economía circular.