¿De qué te disfrazarías si estuvieses lejos de toda la gente que te conoce: familia, amigos y conocidos?
“Elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario” (Clarice Lispector)
En esta ocasión, me gustaría hablar de cómo utilizar esta celebración ancestral como herramienta de desarrollo personal para conocerse mejor a uno/a mismo/a.
¿Sabías que la palabra ‘persona’ deriva del latín ‘personare’ , o sea, máscara usada por un personaje teatral?. El latín lo tomó del trusco ‘phersu’ y éste del griego ‘prósopon’ (delante de la cara). De ahí deriva ‘prosopopeya’ figura estilística que consiste en retratar a un personaje describiendo sus facciones.
🎭 ¿Es la personalidad una máscara que llevamos puesta?
Los orígenes del Carnaval son inmemoriales. El vocablo proviene del término carnevale, propio de las lenguas romances o neolatinas. Los términos carnaval o carnevale derivan de la expresión latina carnem levare, esto es, quitar la carne, la prohibición de comer carne durante los cuarenta días de la Cuaresma. El martedì grasso, el último día de Carnaval, se celebraba un banquete desenfrenado -y la carne precisamente era un símbolo de estos excesos- previo al período de ayunos y abstinencias de la Cuaresma, un tiempo de purificación y penitencia que culmina en la Pascua.
Según ciertos etnólogos, el ciclo del Carnaval comienza en diciembre y finaliza el Miércoles de Ceniza. Este período coincide con el camino que realiza la Naturaleza y la psique humana buscando la primavera, la estación del amor, donde todas las fuerzas y energías renuevan la vida física y psíquica.
Los romanos -a los que siempre hay que citar al hablar del Carnaval- lo festejaron con las Saturnalias en diciembre y las Lupercalias en febrero. El cristianismo asimiló éstas y otras fiestas paganas de invierno, las reestructuró y acomodó a su calendario emmarcándolas en rituales de la llamada “Risa Pascual”. En medio situó la Epifanía (6 de enero), la fiesta de San Antonio Abad (17 de enero) y la Candelaria (2 de febrero).
Para la sociedad rural, fuertemente estructurada por el cristianismo, el tiempo de «carnestolendas» ofrecía mascaradas rituales de raíz pagana y un lapso de permisividad que se oponía a la represión de la sexualidad y a la severa formalidad litúrgica de la Cuaresma.
En el ciclo carnavalesco se ha venido unificando la religiosidad popular con lo festivo, pero también con la farsa y lo dionisíaco. El Carnaval es la fiesta de la burla, la broma, la algaraza, la chanza, la risa, la parodia y el humor. Para el cristiano medieval, el Carnaval constituía un período de permisividad, de crítica social, en el que se ridiculizaban a los gobernantes, a los nobles y al clero.
El Carnaval sigue siendo hoy una “válvula de escape” para las diversas tensiones personales y sociales. Siempre se ha caracterizado como un período de permisividad y crítica social.
Durante la historia, todos los pueblos tuvieron unas fechas para el desmadre similares al carnaval.
Los egipcios celebraban hace cuatro mil años las fiestas del buey Apis en Menfis. Aquellos días la multitud de fieles tenía la vista puesta en el disco de oro que el buey sagrado portaba entre sus cuernos y cuando los últimos rayos del sol de la tarde se reflejaban en él daba comienzo una fiesta ruidosa, con música, y el griterío se apoderaba de la ciudad y todo estaba permitido.
Los hebreos celebran el Purim, conmemoración de la caída del rey persa Asuero, llamado Amán según relata el Libro de Ester, quinientos años a.C.
Los griegos celebraban en honor a Dioniso unas fiestas presididas por la tolerancia: desaparecían las clases sociales y todos los hombres eran iguales esos días.

🎭 Dejando emerger la sombra.
En esta celebración, el inconsciente colectivo y el personal aprovechan los rituales para poner en marcha diversos contenidos energéticos-afectivos de las primeras capas de la inconsciencia (lo que reprimimos, deseamos, aquello que no integramos conscientemente…).
El Carnaval es época propicia para desdoblar la personalidad, el momento más oportuno para el enmascaramiento y el disfraz. La ‘máscara’ que esconde un rostro es un reflejo del mundo interior del sujeto; en ella se reflejan las proyecciones e identificaciones inconscientes del sujeto.
El Carnaval, como ninguna otra fiesta colectiva, es el gran escenario abierto para las representaciones de nuestro inconsciente personal, en el que se han agrupado en núcleos energéticos nuestras frustraciones, deseos ocultos y personalidades tapadas.
Durante la vida cotidiana permanecen reprimidos y durante el Carnaval pueden aflorar sin problema alguno. En estos complejos hay componentes instintivos rechazables, pero también elementos psíquicos que pueden transformar al individuo de forma positiva. En esta personalidad escondida no solo hay tendencia moralmente desechables, sino también cualidades positivas que hemos marginado .
Esta ‘personalidad’ desconocida constituye la “Sombra” y es fácil reconocerla durante el Carnaval. Su comprensión e integración consciente , según Jung, supone desarrollo, mayor autoconocimiento y una ampliación de la conciencia.
La carga arquetípica del Carnaval deriva en que el Caos es vencido por el Cosmos, como sucede en las cosmogonías, y que tiene en el festejo del Carnaval su expresión más gráfica con la victoria de Doña Cuaresma y la muerte de Don Carnal, en sus diversas manifestaciones y nombres (entierro de la sardina, quema del pelele, etc).
De esta forma se actualiza el antiguo ritual de la muerte del “Rey del Único Día” o “Saturnalicius rex”. El simbolismo arquetípico es claro: con el Carnaval muerto, sacrificado cual “chivo expiatorio”, renace el pueblo y desaparece la crudeza del invierno con sus limitaciones.
El carnaval es en realidad un periodo de limpieza, es por ello que en algunas culturas se acostumbra a ayunar, para limpiar tanto el alma como el cuerpo.
Para la sociedad rural, fuertemente estructurada por el cristianismo, el tiempo de «carnestolendas» ofrecía mascaradas rituales de raíz pagana y un lapso de permisividad que se oponía a la represión de la sexualidad y a la severa formalidad litúrgica de la Cuaresma.
Lo cierto es que sin duda este es un momento para buscar re-encontrase con el pasado y descubrir que se quiere llevar al futuro. En sus orígenes, los disfraces del carnaval no eran más que el vestirse con las ropas viejas (propias o ajenas) que se encontraban en los baúles durante la limpieza anual. Esto podía simbolizar la necesidad de sanear el alma; cambiar de alma por unos cuantos días para ventilar el espíritu; emigrar a otras formas de personalidad y conducta, para que cuando retomemos la nuestra, nos alegremos de recuperarla.
🎭 Bailes de máscaras
La moda de las máscaras se difundió por toda Europa en el siglo XVIII, sobre todo en forma del baile de máscaras. En París, desde principios del siglo, el Carnaval se convirtió en una sucesión de bailes de disfraces que daban diversión a miles de personas durante noches enteras. A falta de un disfraz extravagante se llevaba el ‘dominó’, un vestido talar con capucha que cumplía la función de ocultar la identidad.
En Venecia, durante seis meses todos los venecianos iban con máscara, incluso los sacerdotes; Se decía que había madres que hasta ponían un antifaz a sus bebés. Todos iban de esa guisa por las calles, a las casas de juego, a los teatros y también a los bailes que algunos particulares organizaban.

🎭 En España se festejan tradiciones antiguas en muchos pueblos
Los «Mamuxarros» : Mamuxarros en el antiguo carnaval rural del pequeño pueblo de Unanua, Navarra. Los Mamuxarros son figuras vestidas de blanco con una faja roja alrededor de la cintura y una máscara de metal que cubre sus rostros. Además, un pañuelo grande de color les tapa la cabeza y el cuello. Provistos de aras amenazan y pegan a quienes encuentran a su paso. Es tradición que sus víctimas se arrodillen ante la captura y después de que el «mamuxarro» le haga la cruz en la frente, ésta tenga que darle un beso en la rodilla.
Los Joaldunaks recorren su camino para participar en el Carnaval entre los pueblos de Ituren y Zubieta, al norte de España. En uno de los carnavales más antiguos de Europa, que data de antes del Imperio Romano, las compañías de los Joaldunak – los Cencerros-, conformadas por os residentes de dos ciudades, Ituren y Zubieta, desfilan por las calles. Van disfrazados con sandalias, enaguas de encaje, pieles de oveja alrededor de cintura y los hombros, pañuelos de colores, gorras cónicas con cintas y un hisopo de crin en sus manos. Los cencerros cuelgan de su cintura a la altura de la espalda.
Los »Txatxus » : un grupo de participantes llamado » Txatxus » posa para una foto, durante el antiguo carnaval rural del pequeño pueblo pirenaico de Lantz, al norte de España. Una larga tradición rural en la que las fuerzas de el bien y el mal se enfrentan en una batalla simbólica, durante la cual la sed de justicia provoca la furia pública. De domingo a martes, durante la semana del carnaval, en el pequeño pueblo de Lantz, el bandido malvado Miel Otxin es prisionero y condenado a muerte por fuego.
A nivel internacional, son referentes el Carnaval de Río de Janeiro, el Carnaval de Venecia y el Carnaval de Nueva Orleans: si bien también son importantes el Carnaval de Notting Hill y el Carnaval de Colonia.
“Una máscara nos dice más que una cara” (Oscar Wilde)
El exclusivo y lujoso baile de máscaras en Venecia ‘IL BALLO DEL DOGE‘ celebró en 2018 su 25ª edición. Este año 2022 se celebrará el 26 de febrero.
BROCHE DE ORO
🎭 Comparto el innovador enfoque de Método Cronos sobre lo que significa el Carnaval y lo que simboliza disfrazare. Seguro que no te deja indiferente y te aportará algunas claves sobre ti mismo/a de las que no eres consciente.
🎭 El disfraz más caro del mundo es un traje de momia recubierto de diamantes (unos 20.000 piedras) que cuesta 1’6 millones de dólares obra de la empresa escocesa ‘Morphosuit’, seguido del de ‘Slinky Humano’ que cuesta 1 millón de dolares.
Carnaval en el cine : películas donde aparece esta celebración.
🎭 Esta artista realiza verdaderas obras de arte creando personajes de comic utilizando bodypainting y cosplaying. Su nombre: Kay Pike. Instagram es un auténtico filón de artistas de este estilo.

Fuentes consultadas:
Moomentum / National Geographic
Bibliografía:
CARO BAROJA, Julio: El Carnaval, Ed. Taurus, Madrid, 1965,
CARDINI, Franco: Días Sagrados, Argos Vergara, Barcelona, 1984.
ELIADE, Mircea: El mito del Eterno Retorno, Emecé Ed., Buenos Aires, 1968.
JUNG, C.G.: Recuerdos, sueños, pensamientos, Seix Barral, Barcelona, 3ª ed., 1981
MALDONADO, Luis: Religiosidad popular, Ed. Cristiandad